Autor:
Mirla Perez
El mundo popular venezolano ha sobrevivido a la imposición, tiene una larga historia de resistencia. El amenazante y plural poder vecinal fue sustituido por el poder comunal. Para el chavismo su premisa fundamental es eliminar y negar la pluralidad. El sistema busca erradicar el espacio público y someter la vida privada. Suprimir el viejo orden para imponer uno nuevo, sin pacto. Hoy tenemos un país fragmentado, y lo podemos entender con las palabras de “El Coqui”: “Si tumban al gobierno nos afectamos nosotros… se acaba la zona de paz y nos vemos perjudicados”. Alianza evidente, ¿se pueden plantear unas elecciones que pongan en peligro el statu quo?
¿De qué se trata? El entre lo vamos a entender aquí como el espacio de la relación, de la vida social, del mundo en el que somos y vivimos. Toda cultura produce una particular manera de vivir ese espacio público, ese lugar de encuentro, ese punto de confluencia.
En Venezuela predomina la cultura de la convivencia, el “homo convivalis”, denominado, así, por Alejandro Moreno. Este convive es ya un acontecimiento fuera de la individualidad, su punto de partida es vivirse en otredad. Esa es su identidad. Ese es su punto de partida.
La narrativa cotidiana nos lleva a ese encuentro, en la historia de vida de Felicia, madre popular venezolana, nos encontramos con la siguiente afirmación: “Mis hijos me tuvieron a mí, y mis hijos me tienen a mí”, pasado y presente, convivencia que se mantiene en el tiempo. De la madre emanan los hilos afectivos que van tejiendo una trama que primero es familia y luego comunidad.
“Ocupó la comunidad, la vació de sentido y en su lugar está imponiendo una institucionalidad comunal”
Difícil separar lo público de lo privado o, mejor dicho, difícil pensarlo de modo separado en Venezuela. El entre habita la humanidad del venezolano porque está hecho de convivencia, la madre urde la trama y en ella está la comunidad, espacio concreto de la relación siempre abierta al otro. En la calle se produce el encuentro, pero también la política.
Ni la solidaridad, ni la fraternidad, ni la convivencia son prácticas extrañas, están ahí y se manifiestan de continuo. El mundo popular venezolano ha sobrevivido a la imposición, tiene una larga historia de resistencia. La modernidad democrática favoreció el encuentro, pero no detuvo otros tantos desencuentros. No ha sido una convivencia armónica, sin embargo, nos las arreglamos para integrarnos como país. En la pluralidad y en la diversidad convivimos.
La oscuridad de un proyecto
En cambio, hoy, el chavismo, proyecto totalitario, oscuro, como lo denominó Arendt, sí parte de la eliminación. Su premisa fundamental es eliminar y negar la pluralidad. Este es un sistema que no hace política, sino que somete. No parte de la pluralidad, no lidera, manda y obliga a la obediencia, por eso sus estructuras están compuestas por jefes. ¿Cómo se puede ser jefe de una comunidad?
El sistema busca erradicar el espacio público y someter la vida privada. La eliminación tiene los colores de la muerte en todas las estructuras: Eliminar la persona, la identidad, la cultura, la comunidad, la convivencia, la institucionalidad. Parte de la erradicación del viejo orden para imponer uno nuevo, sin pacto, ni acuerdo sólo se impone.
“¿Nos damos cuenta de los cambios que han impuesto?”
Hay una aproximación que hace Stéphane Courtois (1997), al hecho de la eliminación en los países comunistas, y lo dice de la siguiente manera: “En cada caso el objeto de los golpes (muertes) no fueron individuos sino grupos. El terror tuvo como finalidad exterminar a un grupo designado como enemigo que, ciertamente, solo constituía una fracción de la sociedad, pero que fue golpeado en cuanto tal por una lógica genocida. Así, los mecanismos de segregación y de exclusión del totalitarismo de clase se asemejan singularmente a los del totalitarismo de raza. La sociedad nazi futura debía ser construida alrededor de la raza pura, la sociedad comunista futura alrededor de un pueblo proletario purificado de toda escoria burguesa”.
La revolución comunista venezolana, se bifurca en dos caminos: El colectivismo, desde lo conceptual e ideológico que implica la supresión de lo privado como concepto fundamental para la vida y para la propiedad; y el camino del “crimen de masa constituido en un verdadero sistema de gobierno”.
¿Cómo entiende la política el chavismo? Como la práctica del sometimiento y desidentificación cultural e histórica. Eliminación del mundo tal como lo hemos vivido y pensado, supresión del encuentro libre de la vecindad. Por eso ocupó la comunidad, la vació de sentido y en su lugar está imponiendo una institucionalidad comunal. El amenazante y plural poder vecinal fue sustituido por el poder comunal. ¿Nos damos cuenta de los cambios que han impuesto?, ¿vemos como se metió en nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestras comunidades?
“El reto para la oposición es enorme, como lo es, también, para la sociedad y la cultura, (…) para poder identificar el momento”
El sistema eliminó la democracia, implementó la estructura comunal y ahora está legislando para dar soporte legal a lo que constituye su gran proyecto. ¿Se contradice esto con el componente criminal? No. Ya la humanidad lo ha vivido, “… todas las declaraciones en el tribunal de Núremberg insistían en una de las características mayores del crimen contra la Humanidad: El hecho de que el poder del Estado fuera puesto al servicio de una política y de una práctica criminales”, nos dice Stéphane Courtois.
El Estado Comunal sostenido territorialmente en las Zonas de Paz y en el Sistema de Organización Territorial de la Unidades Populares (SOTU), nos lleva a pensar que está al servicio del partido único y de las organizaciones criminales. Tenemos un país fragmentado, su fragmentación favorece el proyecto centrado en jefes de zonas que dominen los negocios regionales. Esta “institucionalidad” que le sirve al crimen organizado, la podemos entender bajo las palabras de “El Coqui”: “Si tumban al gobierno nos afectamos nosotros… se acaba la zona de paz y nos vemos perjudicados”. Alianza evidente, ¿se pueden plantear unas elecciones que pongan en peligro el statu quo?
Salidas radicales
En este sentido Arendt ubica que “… la historia conoce varios períodos de oscuridad donde el reino público se vio oscurecido, y el mundo se tornó tan dudoso que la gente cesó de pedirle a la política otra cosa que no fuera demostrar una verdadera consideración por sus intereses vitales y la libertad personal.”
Es fundamental volver a las expresiones básicas de la política, a sus gestos más elementales: Intereses vitales y libertad personal. ¿Fortalecimiento del individuo? Lo que nos dice la realidad venezolana es volver sobre los intereses vitales que están en el ámbito del mundo compartido.
“¿Cómo entiende la política el chavismo? Como la práctica del sometimiento y desidentificación cultural e histórica”
El reto para la oposición es enorme, como lo es, también, para la sociedad y la cultura, pero la política o los políticos tienen el toque, tienen el apresto para poder identificar el momento, ¿se están haciendo en Venezuela las interpretaciones correctas en los caminos de la bifurcación que transita el régimen?
Si partimos de las premisas correctas y actuamos en consecuencia, tendremos la mitad del camino andado. La clave es reconocer el poder de la comunidad, del mundo que constituye el espacio de encuentro, el entre que habitamos y en el que nos relacionamos. Si entendemos eso, entenderemos que el poder hay que hacerlo y hay que hacerlo con la fuerza de la persona, pero con el poder del conjunto.
Dicho de otra manera: “Ese poder solo surge allí donde la persona actúa en conjunto, pero no donde las personas se hacen más fuertes como individuos. Ninguna fuerza es suficientemente grande como para reemplazar el poder, cada vez que la fuerza se enfrenta al poder, es la fuerza la que siempre sucumbe”. Las salidas individuales no tienen significado político, no impacta al sistema ni producen caminos alternativos, es necesario que pensemos en el poder de los sin poder que se produce en el grupo.
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